miércoles, 10 de marzo de 2010

Bragas de Panquecitos.

Ellos me habían mentido, me habían enredado en este extraño juego sólo para no dejarme salir.
No, no lo podía permitir. Ni por mi, ni por Ari, ni por … Matt.
Traté de dejar el pánico y la ira de un lado para concentrarme en que iba a hacer. No tenía mucho tiempo, eso era obvio; tenía que actuar rápido antes de que terminaran de matarme.
Abrí mis ojos y una luz cegadora me dio directo en los ojos. Por reflejo, me encogí en mi camilla y ésta rechinó. Recé por que nadie lo hubiera escuchado, y por suerte así fue. Con extremo cuidado me senté a la orilla de mi camilla, e intenté apoyarme de uno de los brazos que estaban en los costados de la vieja camilla, sólo para causar más desastre. Al parecer ese extraño experimento me había dejado un poco descortinada y sin mucho control de mis extremidades, por lo cual al tratar de posar mi mano sobre el tubo de metal ,que se suponía ser un brazo, calculé mal la distancia y trayectoria, lo que causó que todo el material médico que estaba colocado sobre una mesita movible, se viniera abajo; rompiendo frascos y regado demás cosas por todo el suelo.
Esta vez no tuve tanta suerte.
Una enfermera entró alarmada por tanto ruido y al verme, la cara se le puso pálida como la cal y sus ojos se abrieron de espanto -¿Qué tan mal me veía?- para después salir corriendo de la habitación.
No se escuchó ninguna sirena de alarma o alguna cosa por el estilo, como aparece en las películas, pero no dudé en que alertaría a las demás personas.
Sabía que ahora sí estaba en problemas. Bajé las piernas y empecé a caminar tambaleante. Algo en el piso llamó mi atención: un paquete de tres jeringas con un líquido blanquizco en ellas, supuse que era el antídoto para la enfermedad que amenazaba con matarme. Al ver la gigante aguja, un escalofrío me recorrió por la columna. Me dije a mí misma que no tenía tiempo para dudas, y sin pensarlo, traspasé mi piel con la aguja y la apreté hasta que se hubiera vaciado. Al entrar ese extraño líquido a mi cuerpo, una especie que ardor me quemó.
Pasé con cuidado sobre los pedazos de cristal roto y al verme los pies descalzos me dí cuenta de que no traía otra cosa más que mi ropa interior y una incómoda bata de hospital. Maldije por lo bajo y no tuve más remedio que intentar que no se viera mi trasero y mis bragas de panquecitos.
Traspasé el umbral de la puerta y volteé para ambos lados, lo que ví hizo que una sensación de pánico se estacionara en mi pecho; más de diez puertas de cada lado, todas iguales, pero que conducían a distintos sitios. ¿Cómo se supone que iba a encontrar a Matt?.
Giré a la derecha y pasé dos puertas que descarté, ya que tenían unas ventanas de cristal, y lo único que se veía eran unas extrañas máquinas.
Seguí corriendo y dejé que me llevara mi intuición, mientras rezaba por que esta no se equivocara. Después de correr unos segundos abrí una puerta al azar y al ver quién estaba dentro un sensación de frustración, miedo y tristeza me inundaron completamente…




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Lo siento si es poco, pero que´ría dejarlas con la intriga ^^